El futuro del trabajo: La fuerza laboral digital de IA
Los agentes autónomos de IA ya no son simples herramientas: forman parte de la fuerza laboral digital y, como tal, requieren gobernanza, dirección y supervisión.
Rubén Baratelli
9/13/20254 min read


De la IA a los agentes autónomos
Durante décadas, el papel de la inteligencia artificial en las organizaciones se entendió de forma limitada: algoritmos que predecían, recomendaban o clasificaban. Su rol se limitaba a asistir al humano en la toma de decisiones, pero no sustituirlo ni operar con autonomía.
Ese escenario cambió con la irrupción de los agentes de IA, ya que hoy en día un agente no se limita a calcular o sugerir, sino que, puede conectarse a sistemas empresariales, ejecutar acciones en tiempo real y coordinarse con otros agentes o con personas. Ya no hablamos de algoritmos que aconsejan, sino de entidades que ejecutan tareas end-to-end, toman decisiones operativas y afectan resultados de negocio en tiempo real.
Ejemplos concretos ya abundan:
En finanzas, agentes que aprueban gastos menores o generan reportes automatizados.
En operaciones, agentes que optimizan inventarios y gestionan órdenes de compra.
En RR. HH., asistentes que filtran candidatos o gestionan onboarding de empleados.
En servicio al cliente, agentes que resuelven solicitudes de principio a fin sin escalar a un humano.
Lo que antes era una herramienta técnica ahora es una fuerza laboral digital. Este cambio plantea un problema fundamental de gestión: ¿cómo integrar, supervisar y gobernar una fuerza laboral digital que crece en número, autonomía y relevancia estratégica?, ya que como toda fuerza laboral, los agentes digitales necesitan gobernanza, dirección y supervisión.
La urgencia de un nuevo rol
Bajo este cambio de paradigma es donde aparece el Chief Agent Officer (CAO): un rol emergente en la alta dirección, responsable de liderar, orquestar y gobernar flotas de agentes de IA con el mismo rigor con el que hoy se gestionan los recursos humanos o financieros.
El CAO surge porque la autonomía de los agentes plantea desafíos inéditos:
Identidad y permisos: cada agente debe tener un perfil corporativo que defina qué puede hacer y con qué alcance.
Trazabilidad: es esencial saber no solo el resultado de una acción, sino qué decisiones tomó el agente y bajo qué criterios.
Supervisión proporcional al riesgo: un agente que agenda reuniones requiere un nivel de control distinto al que autoriza pagos o modifica datos sensibles.
Interoperabilidad y escalabilidad: cuando las empresas despliegan decenas o cientos de agentes, es necesario un marco unificado de orquestación y gobierno.
Sin estas capacidades, el despliegue masivo de agentes puede convertirse en una fuente de riesgo operativo, regulatorio y reputacional. Al respecto Gartner proyecta que, para 2028, una de cada cuatro brechas de seguridad estará vinculada a agentes de IA mal gobernados. Esto refuerza la urgencia de marcos de Responsible AI, guardarraíles normativos y esquemas de human-in-the-loop en procesos críticos. Minimizando riesgos críticos como:
Opacidad decisional: agentes que toman decisiones sin trazabilidad clara.
Amplificación de sesgos: algoritmos que refuerzan inequidades al operar sin supervisión.
Vulnerabilidades de seguridad: brechas por mala gestión de identidades o permisos.
Responsabilidades clave del CAO
Algunos argumentan que este rol podría ser absorbido por el CIO, el CAIO o el CDO. Sin embargo, la magnitud del desafío indica lo contrario. El CAO tiene la misión específica de tratar a los agentes como “trabajadores digitales”, con sus propios ciclos de vida, métricas de rendimiento y protocolos de gobernanza.
Si en los últimos 20 años las empresas aprendieron que la gobernanza de datos requería una disciplina propia, en los próximos 10 descubrirán que la gobernanza de agentes también la necesita.
En muchos casos, el CAO será la evolución natural del Chief AI Officer (CAIO), a medida que la gestión de modelos dé paso a la gestión de agentes operativos en producción. Pero en otros, será un nuevo cargo ejecutivo independiente, con voz propia en el comité de dirección.
Este rol de CAO se articula en cinco grandes ejes de responsabilidad:
Definir políticas de autonomía y comportamiento de agentes: traducir la estrategia corporativa en protocolos claros sobre qué puede y no puede hacer un agente.
Gobernar el ciclo de vida de los agentes: desde pruebas y versionado hasta auditorías, reemplazos y retirada controlada.
Asegurar supervisión y trazabilidad: establecer principios de “quién/qué/por qué” para cada acción ejecutada por un agente.
Orquestar la interoperabilidad: garantizar que agentes heterogéneos trabajen de manera coordinada sobre sistemas críticos.
Reportar a la alta dirección: informar al CEO y al comité ejecutivo sobre impacto, riesgos y retorno de la Digital Workforce.
Implicaciones para la alta dirección
La institucionalización del CAO plantea a las organizaciones un serie de preguntas estratégicas:
¿Estamos tratando a nuestros agentes de IA como herramientas aisladas o como parte de nuestra fuerza laboral digital?
¿Qué impacto tendrá en la cultura organizativa la coexistencia de equipos humanos y digitales?
¿Qué mecanismos de supervisión y trazabilidad hemos definido para sus decisiones?
¿Quién es responsable actualmente de gobernar a los agentes autónomos en nuestra organización?
¿Qué riesgos enfrentamos si no institucionalizamos un rol como el CAO en los próximos tres años?
Lo que está claro es que la Digital Workforce ya es una realidad, y que el Chief Agent Officer no es un título futurista, sino una necesidad inminente. A medida que los agentes se consolidan como recursos estratégicos, será imprescindible contar con un liderazgo ejecutivo que garantice su alineación con los objetivos de negocio, el cumplimiento normativo y los valores de la organización.
Al igual que ocurrió con la creación del CDO o del CAIO, el CAO marcará una nueva etapa en la profesionalización de la gestión empresarial. En la próxima década, el liderazgo de la Digital Workforce definirá qué organizaciones logran escalar con confianza y cuáles quedan atrapadas en la complejidad de un ecosistema mal gobernado.


